Autor: Matías Ruiz Vera

Había una vez, en la antigua Roma, un niño llamado Marcos muy bueno con las personas y la gente lo querían mucho. Para ese entonces ellos vivían en una de las calles más populares de Roma, Italia, denominada “Via della Conciliazione”, quien está rodeada por hermosos edificios y callejuelas. La familia de Marcos vivía en una casa amplia y hermosa, sus padres y hermana en ese tiempo vivían cómodamente, pertenecían a la familia de los patricios, los habitantes de clase social más elevada.

Aproximadamente para el año 1527, las tropas alemanas y españolas atacaron a Roma en un saqueo. A partir de entonces a la familia de Marcos solo le quedaba la oportunidad de esconderse. A pesar de que eran adinerados, la guerra era muy fuerte, por lo tanto, al padre de Marcos le tocó sumarse a la defensa de Roma, dejando a su familia sola, escondida. Más adelante, llegaron algunos soldados y los encontraron, llevándose a su madre y hermana. Marcos luchó con todas sus fuerzas, pero fueron en vano. Le dieron un golpe en la cabeza con un arma dejándolo sin conocimiento ni fuerzas.

Desde entonces, Marcos se separó de la familia, nunca más volvió a saber de ellos. Tiempo después, él creció y se convirtió en un emperador. Su labor era muy noble, ayudaba a la gente de bajos recursos para que las familias pertenecieran unidas a pesar de los obstáculos y siempre luchaba porque hubiese justicia. Entonces un día mandó un ejercito de 2.000 soldados a España para poder recuperar a su familia, ya que él había averiguado que estaban encerrados en un lugar oscuro y silencioso.

Efectivamente, las tropas Romanas pudieron encontrar a su familia después de una gran lucha de 3 días. Desafortunadamente su padre había muerto pero su madre y hermana seguían con vida. De inmediato los llevaron a Roma, ellas no sabían que Marcos se había convertido en emperador. Él organizó un gran banquete en nombre de su familia e invitó a la gente humilde para que pudieran disfrutar de la cena.    

El reencuentro fue fenomenal, un abrazo gigante y un par de lágrimas hicieron que el momento sobrellevara aquel mal recuerdo, por culpa de guerras injustas donde los niños no tienen voz. A partir de entonces, juntos siguieron gobernando a Roma, e hicieron muchas labores sociales y económicas que servían como apoyo a los más pobres. Ese hermoso legado fue seguido por sus herederos, quien más adelante llevarían el trono.

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